viernes, octubre 16, 2009
IDENTIFICAR AL ENEMIGO
Walter Moore
El enemigo no está, como en otros tiempos, frente a nosotros: está ENTRE nosotros. No tiene un uniforme diferente que lo identifique, no habla otro idioma, no procede de otra etnia.
Es otra clase de enemigo el que debemos enfrentar. Sus tropas son algunos de nuestros compatriotas y no parece posible que nos invadan y nos saqueen nuestros propios compatriotas.
Pero ya hace 26 siglos el gran estratega Sun Tzu, afirmaba: "Todo el arte de la guerra está basado en la impostura".
En un mundo donde la norma es la desinformación y la omisividad (técnicas para omitir la información relevante de los medios de comunicación masiva, haciendo parecer que estamos en una sociedad plenamente informada) existen dificultades importantes para saber quiénes son los enemigos, cuales los aliados y cuales los idiotas útiles. Inclusive a veces resulta difícil saber de qué lado se encuentra uno, incluso cuales son los intereses propios que debe defender conjuntamente con otras personas.
Todo esto no sucede espontáneamente, es un proceso cuidadosamente elaborado. La confusión es la estrategia central que cualquier atacante usa para debilitar a su enemigo. Ese es un primer dato.
Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que nosotros, los argentinos y nuestro país, la Argentina, es un territorio a conquistar por los intereses colonialistas de siempre. Jamás han cejado en ese intento, desde hace más de dos siglos los grupos de la oligarquía británica tienen un proyecto de colonización para nuestro país.
Si bien el proyecto es el mismo, los recursos empleados para llevarlo a cabo van cambiando para lograr su objetivo. Primero usaron a los militares probritánicos para derrocar a los gobiernos francamente antiimperialistas de H. Irigoyen, Juan D. Perón, Arturo Illia e Isabel Perón, y luego al ministro de Alfonsín que defendía los intereses nacionales, B. Grispun.
Siempre tuvieron éxito, y así primero demolieron las estructuras de defensa de los intereses nacionales, el IAPI, las Juntas Nacionales de Granos y de Carnes, coparon el Banco Central que Perón le había arrebatado a los bancos británicos para instalar la banca nacional y provincial y fusilaron o echaron a los generales patriotas del ejército (almirantes no hubo ninguno patriota después de G. Brown). Poco a poco, esta misma gente, fue encontrando la manera de destruir el movimiento obrero organizado asesinando a miles de dirigentes, hasta que este quedó en manos de un grupo de empresarios mafioso, demolieron el movimiento cooperativo, vendieron las empresas del Estado construidas con los ahorros de generaciones de argentinos y el esfuerzo de funcionarios creativos y honestos como el General Mosconi, cuya obra finalmente terminó en los bolsillos de la corte borbónica de España, principal accionista de Repsol y vinculada familiarmente con la corte británica y holandesa que son los dueños de la Royal Ducht Shell.
Ahora ya nos robaron todas las empresas gracias a una deuda externa inventada ilegítima e ilegal[1], que nos deja de rodillas ante los delegados de esa oligarquía rentista y usuraria, básicamente anglonorteamericana, para ser más precisos, una oligarquía británica aliada con la oligarquía de Wall Street, que tiene en común con los británicos el desfalco financiero sistemático, el robo de los recursos naturales de los países invadidos (sobre todo la minería y el petróleo) y la renta de los servicios públicos monopólicos. En nada de esto hay riesgo capitalista ni economía de mercado, es feudalismo puro, al mejor estilo del siglo XIX, pero con otro "packaging". Ya dejaron atrás el discurso del "tirano prófugo" usado por los "libertadores", la "lucha contra la subversión" que servía para eliminar toda resistencia y a toda una generación esclarecida políticamente para generar la deuda que sirvió después para robarnos las empresas públicas y privadas. Ahora se siguen matando argentinos la nueva excusa es la "lucha contra la delincuencia" por las "fuerzas del orden", y de nuevo, de ambos lados mueren argentinos, ni británicos, ni norteamericanos, ni españoles, ni italianos, ni chilenos, neozelandeses o canadienses. Ellos no mueren, se llevan los dividendos.
La delincuencia es la consecuencia directa de dos procesos: la exclusión social y el incremento de la diferencia entre ricos y pobres. Hoy se sabe que la violencia social estalla cuando la diferencia entre el 10% más rico y el más pobre supera las 10 veces. Basta comparar las estadísticas para saber que en la Argentina esa diferencia en pocos años trepó a 25 veces. No es que al enemigo le interese que haya más argentinos ricos y más argentinos pobres, su interés estriba en que muera el mayor número de argentinos, para dejar un "país controlable", con 10 millones de peones y unos pocos miles de capataces que les cuiden estas "reservas naturales".
Y esos agentes del enemigo que dicen que estas afirmaciones obedecen a una "teoría conspirativa de la Historia" que expliquen estos procesos con otros argumentos serios, no la estupidez de "la mano invisible del mercado" o la teoría del "derrame desde arriba", como si alguien hubiera visto alguna vez una mano invisible, como no sea la de un carterista, o un rico que derrame hacia abajo su riqueza.
Esta gente salvaje, degenerada y peligrosa no tuvo reparos en impulsar la muerte de 30.000 argentinos para conseguirlo, pero este horror que todos conocen empalidece ante el horror de los 3.200.000 argentinos jóvenes y capacitados que emigraron en ese mismo período a poner su capacidad al servicio de los estados colonialistas[2]. Hoy mueren 55 niños argentinos por día enfermos de miseria, cada día el consulado de Italia recibe a 500 personas que se quieren ir de la Argentina a un país que tiene el 40 de analfabetos y que su población disminuye meteóricamente. Todos los días hay 30 homicidios en la provincia de Buenos Aires, mueren 25 personas en accidentes de tránsito evitables con adecuada prevención y disminuyen constantemente la cantidad de argentinos que se casan, y en consecuencia no tienen hijos. Si a esto sumamos las muertes por suicidios y por exceso de estrés (el 40% de los argentinos lo padece) y hacemos los números, nuestros enemigos han logrado disminuir nuestra población nada menos que en 300.000 personas por año. Esto es una guerra, con todos los muertos y la destrucción que esta implica.
¿Entonces, quienes son nuestros enemigos?
Sin la menor duda aquellos que contribuyen al despoblamiento y saqueo de la Argentina.
Cualquiera que contribuya a debilitar a cualquier parte de nuestra población, a disminuir nuestra capacidad de defensa, a transferir nuestros bienes a manos extranjeras, a llevarse el dinero ganado aquí para que lo disfruten los extranjeros, en fin a cualquiera que contribuya con las CUATRO FORMAS de la guerra actual: La Guerra PSICOLÓGICA, la Guerra ECONÓMICA, la Guerra POLÍTICA y la Guerra FISICA.[3]
Los que destruyen nuestros sistemas de salud forman parte de la columna de saboteadores que buscan la muerte de nuestros compatriotas.
Los que imponen valores y maneras de ser que son ajenas a nuestra identidad, como el individualismo a ultranza, la pérdida de los valores solidarios y generosos que siempre caracterizaron a nuestro pueblo, esos son parte de la columna de saboteadores que buscan la destrucción de nuestros jóvenes. No olvidemos que la oligarquía británica ha sido la inventora del debilitamiento de los pueblos mediante el opio, ya lo hicieron en China en el siglo XIX y voces muy autorizadas como la del precandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Lyndon LaRouche los acusan directamente de dirigir la internacional de Narcotráfico S.A.[4]
Los que distorsionan la realidad constantemente por los medios masivos de comunicación, llamando por ejemplo "los mercados" a las empresas financieras, como si no supieran que los mercados son los compuestos por la gente, no por las empresas. No existe una dicotomía entre "mercado" y "Estado", lo que existe es una confrontación entre las Empresas y los Estados.
El que asume un cargo público y además de robar a mansalva trabaja activamente para inventar un "negocio" por el cual entrega el patrimonio público o cede los intereses de la gente a una empresa (generalmente extranjera) para conseguir una propina jugosa: ¡Ese es un enemigo!.
Cuando alguien despierta la esperanza de la gente con promesas de cambio y luego la somete a una nueva decepción, ¡Ese es un enemigo!.
Cualquiera que contribuya a que los poderes extranjeros nos saqueen y nos maten de cualquiera de las maneras ya descriptas es parte de las fuerzas enemigas, y ninguno puede decir "No me dí cuenta" o "Qué querías que hiciera, si no lo hacía yo, otro lo haría", ¡Ese es otro enemigo!.
No tenemos alternativas, todos los argentinos deben estar del mismo lado, no podemos aceptar la idea de seguirnos matando entre nosotros, cualquiera sea el motivo por el cual lo hagamos.
Esta manera de proceder es designada técnicamente Guerra por Procuración. Los ingleses la practicaron intensamente durante el siglo XIX en especial en la India, donde entrenaron a los regimientos de Cipayos para que combatieran a sus compatriotas, los norteamericanos la aplicaron en Corea haciendo luchar a los del sur contra los del norte, y también en Vietnam, donde se mataban los del sur con los del norte.
Antes ellos habían padecido lo mismo, los ingleses armaron a los del sur norteamericano para que mataran a los del norte. Y lo hacía para asegurarse la provisión de algodón barato, que sólo podía ser producida por mano de obra esclava.
Los enemigos están afuera, y no son los pobres miserables que tratan de sobrevivir o de "salvarse" los que deben ser atacados, son los peces gordos, que están en el frente y en el fondo del poder.
Buenos Aires, 17 de mayo 2001
[2] Datos del libro de Julio González: "Los tratados de paz de la Guerra de las Malvinas", ed. en el año 2000.
[3] Ver: www.cuartaguerra.com.ar. Resumen del libro: La cuarta guerra mundial. El Imperio Global contra el Tercer Mundo. De Walter Moore. Y http://www.scribd.com/doc/20450474/La-Cuarta-Guerra-Mundial
[4] Ver: Lyndon LaRouche: La bomba económica mundial y el genocidio de América Latina. Ed. Corregidor – 1983 y Narcotráfico S.A., del mismo autor, editorial Peña Lillo, año 1984
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